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Lo mejor que uno puede haceral fin del año es no reflexionar acerca del fin del año. ¿Qué puede uno decir que esté alejado de las viejas palabras, de los clisés de siempre, de las frases tan hechas y deshechas? Acabas recordando cosas que quisieras olvidar; o te pones a recitar “El brindis del bohemio’’...
La verdad es que no hay años nuevos. En la arbitraria división del tiempo termina un año marcado con un número y sigue otro marcado con el número que sigue. Pero no hay cambio en la uniforme sucesión de días. Es igual el primer día de enero al último día de diciembre. Si estuviésemos en una isla desierta, o en la prisión de If donde estuvo incomunicado por muchos años Edmundo Dantés, no sabríamos que un año había terminado y comenzaba otro.
Los pájaros seguirían volando igual; el sol saldría a la misma hora, y no se alteraría el rumbo de los astros en el Universo. Donde sí podemos hacer un año nuevo es acá adentro, en las telas del alma. Yo imagino a Diosito haciendo por estos días el nuevo año en la forma de un gran montón de barro de alfarero, y a nosotros, en fila, recibiendo cada uno nuestra porción de arcilla. Eso es el año nuevo: barro. Algunos con ese barro harán preciosa alfarería; de otros saldrán informes batidillos, y no faltará quien use el barro nomás para enlodarse. El mismo barro para todos, pero ningún alfarero igual a otro.
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Tampoco me hago grandes propósitos. No digo, por ejemplo: “Este año cambiaré el mundo, o por lo menos la República Mexicana’’. O: “Este año me voy a convertir en hombre nuevo’’. No. Esas grandes hazañas dan flojera, y me hacen bostezar Pero sí digo con humilde sencillez: “Este día haré mi tarea’’. Y la hago. Al final del año veo mi alfarería y pienso que, a lo mejor, posiblemente, quizá, probablemente, después de todo mi barro no estuvo tan mal usado.
Doy gracias por el don tan hermoso de la vida. Si la tenemos ya es ganancia. Y si esa vida que recibimos gratuitamente la compartimos con los demás para su bien, entonces habremos merecido nuestra porción de arcilla. Hagamos fila, por lo tanto, frente al dispensador de esa moldeable arcilla que es la vida. Seamos diligentes alfareros que dan forma a su barro y lo decoran con el adorno de la belleza, del bien, de la verdad y del amor.
Hola... es muy buena la nota... acerca de la salud.
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